En 1992, dos amigos, dos grandes, dos ídolos que hoy ya no están,
se
juntaron para contar esta historia. Carlos Trillo y Carlos Meglia ya
llevaban algunos años trabajando juntos, pero todavía no habían creado a
Cybersix, la más famosa de sus colaboraciones.
Entonces, con cada nueva
idea que se les ocurría (y eran muchas) iban con pies de plomo,
mansitos, de a pasos chiquitos. Esa fórmula, que les dio resultado con
Irish Coffee (por ejemplo), con El Libro de Gabriel les salió mal. Tirar
la cantidad de ideas que tira Trillo en sólo 44 páginas es poco menos
que un disparate. Ahí hay conceptos y premisas para una serie
larguísima, hasta para un comic mensual de Vertigo, de esos que duran
sesentaipico de episodios. Y estas 44 páginas parecen eso: los dos
primeros episodios de una serie larga, que nunca podremos leer.
El libro de Gabriel cuenta la historia del arcángel de ese mismo nombre,
quien anda buscando a Lázaro (el del famoso “levántate y anda”) para
resucitar a un chico al que mató accidentalmente, y por cuya muerte
perdió el Cielo. Enfrente tiene a los siervos del Caído más famoso (y
mejor organizado, parece). Para llevar a buen puerto su misión, enlista
la ayuda de otro arcángel, Miguel. O Michelle, como se hace llamar en
esta encarnación, a cuenta de las sinuosidades y voluptuosidades que
eligió.
Pareciera, entonces, que es una típica historia de aventuras con el
toque “sobrenatural” que aporta siempre meter la acción entre los
misterios de la fé. Sin embargo, entre tiroteos, persecuciones e
investigación, lo que en verdad narran los dos Carlos es una historia
muy íntima, muy de dos personas que se (re)encuentran y se
(re)descubren.
También es posible entender El libro de Gabriel como una “historia
cristiana” (Meglia trabajó mucho el tema). Pero no por la simple
presencia de la iconografía religiosa.
Es que más allá de los desmanes
que la jerarquía eclesiástica haya hecho en el transcurso de su
milenaria existencia, en el transcurso del relato que proponen los dos
Carlos,
el protagonista y su ad látere generan un lazo en el que se
destacan varios de los principales rasgos de la mítica cristiana, como
la compasión, el arrepentimiento, la humildad y, claro, l
a búsqueda de
la Gracia Divina.
El trabajo de Meglia, en tanto, es muy particular. Es curioso cómo la
historia tiene
tantas viñetas que transcurren en espacios muy cerrados:
callejas urbanas, descansos de escaleras o habitaciones de hoteluchos.
Pese a estas situaciones complicadas, el dibujo siempre es claro y la
narrativa ajustada. El dibujante recurre a muchos contrapicados y
completa cada viñeta en la que plantea una escena con un montón de
onomatopeyas, con las que termina de construir ambiente y se ahorra
otros cuadros que ralentizarían el fluir de la historia.
En un período de desarrollo entre Irih Coffee y Cybersix, su estilo es
igualmente fuerte, impactante, con mucho de estilo animado y mucha
fuerza kinética, todo lo que le hizo marcar escuela. Sin embargo, muchas
veces la expresividad del dibujo no acompaña a la emoción de las
palabras (llanto en Gabriel, perplejidad en Lázaro...)
Publicado originalmente en dos partes en los números 27 y 28 de
Puertitas, revista creada en los 90 por el guionista para editar en
Argentina lo que publicaba en Europa, “El Libro de Gabriel” es una
lectura agradable, una obra de dos vacas sagradas de la historieta
argentina, pero dista mucho de estar entre sus mejores producciones.
La editorial Napoleones sin Batallas re-editó El Libro de Gabriel coloreado por Carolina Azadte.
Fuentes: Soretes azules - avcomics.wordpress - La Duendes