Aunque nobles y toscamente heroicos en “Wolf” (1980), los daneses eran, a
grandes rasgos, los villanos de la serie. Cinco años después de aquella
experiencia, Robin Wood y Jorge Zaffino vuelven a contar historias de
vikingos, pero esta vez como protagonistas absolutos de la historieta.
En “Troels” –que se publicó durante varios años en ‘El Tony’-, los
autores vuelcan todo su amor por las viejas narraciones épicas nórdicas y
hasta titulan cada uno de los doce episodios como ‘Sagas’.
El estilo de Zaffino –a años luz del de sus épocas en el Estudio Villagrán- es contundente, sintético y provocador; lo mismo podría decirse del de Wood: no es sencillo reconocer en los exquisitos autores de “Troels” a los populares creadores de “Wolf” salvo por la brillantez y la frescura de las historias. Y decir esto es señalar un innegable valor agregado.
El estilo de Zaffino –a años luz del de sus épocas en el Estudio Villagrán- es contundente, sintético y provocador; lo mismo podría decirse del de Wood: no es sencillo reconocer en los exquisitos autores de “Troels” a los populares creadores de “Wolf” salvo por la brillantez y la frescura de las historias. Y decir esto es señalar un innegable valor agregado.
En una aldea de Jutlandia vive una alegre familia de bravos vikingos
encabezada por el legendario Harald, hombre entrado en años ya, pero
capaz de plantarse ante cualquiera, incluso de tumbar a sus tres feroces
hijos –juntos o por separado- que, siendo adolescentes, ya se destacan
por su fiereza: son Troels Haraldson, el mayor, el amado por las
mujeres, el más valiente; Rolf Haraldson, el del medio y, sin embargo,
el más fuerte y gigantesco – y esto no es poco decir en una raza de
sujetos de talla descomunal -; y Hjalmar Haraldson, el menor, pero el
más astuto, misterioso y soberbio.
Los hermanos son inseparables y, por sus características, se complementan a la perfección. De hecho, tienen su bautismo de sangre el mismo día, cuando unen fuerzas para repeler con éxito una atrevida invasión finesa; y es Troels quien tiene el honor de dar cuenta del jefe invasor.
Aquella tarde, comenzó la leyenda de los Haraldson.
¿Y quién iba a decirlo? Una pena de amor es la que aleja a los Haraldson de su aldea. El joven Troels, a quien seducen tanto las batallas como los ojos de una mujer, no presiente que todo se irá al diablo el día que conoce y comienza a codiciar a Deidre, la irlandesa, botín y esclava de Loki Paalson, el más bravo de los vikingos.
La breve historia de amor –concretada en furtivos encuentros- no tarda en ser advertida por Loki que, ya viejo y algo herido en su orgullo de hombre, decide lavar la ofensa ejecutando a su dulce esclava y retando a duelo al galán. En contra de todos los pronósticos, un enfurecido Troels vence al viejo caudillo y guarda como recuerdo de aquella fatídica jornada una profunda cicatriz en la mejilla derecha que lo acompañará hasta el final de sus días. Pero una herida mucho más profunda aún, nacida de un justificado sentimiento de culpa por haber sido en cierto modo el causante de la trágica muerte de la muchacha, lo lleva a decidir abandonar su tierra. Sus hermanos, por supuesto, lo acompañan.
Los hermanos son inseparables y, por sus características, se complementan a la perfección. De hecho, tienen su bautismo de sangre el mismo día, cuando unen fuerzas para repeler con éxito una atrevida invasión finesa; y es Troels quien tiene el honor de dar cuenta del jefe invasor.
Aquella tarde, comenzó la leyenda de los Haraldson.
¿Y quién iba a decirlo? Una pena de amor es la que aleja a los Haraldson de su aldea. El joven Troels, a quien seducen tanto las batallas como los ojos de una mujer, no presiente que todo se irá al diablo el día que conoce y comienza a codiciar a Deidre, la irlandesa, botín y esclava de Loki Paalson, el más bravo de los vikingos.
La breve historia de amor –concretada en furtivos encuentros- no tarda en ser advertida por Loki que, ya viejo y algo herido en su orgullo de hombre, decide lavar la ofensa ejecutando a su dulce esclava y retando a duelo al galán. En contra de todos los pronósticos, un enfurecido Troels vence al viejo caudillo y guarda como recuerdo de aquella fatídica jornada una profunda cicatriz en la mejilla derecha que lo acompañará hasta el final de sus días. Pero una herida mucho más profunda aún, nacida de un justificado sentimiento de culpa por haber sido en cierto modo el causante de la trágica muerte de la muchacha, lo lleva a decidir abandonar su tierra. Sus hermanos, por supuesto, lo acompañan.
Tras más de dos años de vagar por tierras apenas habitadas, los Haraldson –curtidísimos-, retoman el contacto con la humanidad y cobran una fama creciente no sólo por su probada bravura en combate, sino también por su piedad; liderados por Troels, quien aparenta estar más muerto que vivo pero intenta expiar su vieja falta, no dudan en defender a los oprimidos y corregir cuanta falta a la justicia adviertan en su camino.
Como un vikingo sin barco es medio vikingo, Troels no tarda en apropiarse de su propio drakkar y conducir a su tripulación hacia la aventura y, de ser posible, la fortuna. Llama la atención su estandarte: una tela negra (señal de luto) sobre la cual se dibuja un arpa (el símbolo de la gente de Irlanda, patria a la que pertenecía su amada).
En sus viajes multiplican sus hazañas, se enfrentan a enemigos de todas las razas, conocen fortunas y miserias, ríen y lloran, se aman, se pelean y se vuelven a amar. Finalmente, Troels decide protagonizar la madre de las hazañas y viajar a Bizancio para ponerse a las órdenes del Emperador. Sin embargo, algo obstaculiza sus planes: sabe que de ese viaje –y con mucha dificultad- sólo él tendrá alguna posibilidad de regresar con vida. Eso, por supuesto, no lo detiene: astutamente, logra engañar a sus hermanos para que retornen a Dinamarca sin protestar demasiado.
Ahora sí, es dueño de su destino y responde sólo por su vida y la de nadie más.
Tras los doce episodios iniciales del tándem Wood/Zaffino, el guionista Armando Fernández continuó la serie durante cuarenta y nueve episodios más; los últimos seis dibujados por Marcelo Basile, uno de los alumnos de Zaffino más aventajados.
En la primera docena de capítulos se adivina el estilo –y en ocasiones se encuentra la firma- de un muy joven Sergio Ibáñez asistiendo a su maestro Zaffin.
Reseña de Ariel Avilez / avilezavilez@yahoo.com.ar
Muchisimas gracias esta muy entretenido
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